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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Alas transformadas

A lo lejos vi como el pequeño ser se acercaba a Kaysa. Mi visión estaba tan nublada que parecía que estaba en un sueño. Notaba como el veneno que me había inyectado la serpiente se expandía poco a poco por todo mi cuerpo. Miré atrás. Aquellos pequeños monstruos no habían cesado en su persecución. Por suerte, si mi intuición no fallaba ya habíamos pasado la barrera de la mitad de la distancia. La superficie no quedaba muy lejana. Allí por fin no podríamos despedir de ellas.
Cuando volvía mirar al frente vi como el pequeño ser había formado un embudo con sus manos. Soplaba sin parar hacia la náyade. Al cabo de un rato comenzó a salir un polvo rojizo. Tenía el mismo color que su sangre. En un primer momento me asusté.
Poco a poco, el polvo se fue depositando sobre Kaysa. Donde más se concentró fue en sus dañadas alas. Destellos de luz rojiza empezaron a curar las alas. Cuando ya estuvieron totalmente curadas, comenzaron a empequeñecer. Rápidamente se adentraron en su espalda y desaparecieron. Kaysa había recuperado toda su movilidad. El problema surgió cuando nos dimos cuenta que debido a este cambio, nuestra velocidad había amainado. De esta manera las serpientes nos alcanzarían enseguida. Mi ilusión de llegar sanos y salvos a la orilla se había evaporado en un segundo. 

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