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jueves, 27 de octubre de 2011

Sueños

No se ni cómo perdimos de vista a las sirenas. Nadábamos como si nos fuese la vida en ello.  Pronto nos encontramos en un espacio amplio y descubierto. Kaysa no decía nada. Ni siquiera me dirigía la mirada. Estaba ausente y enfadada.  A pesar de que no estaba muy seguro de lo que había pasado, podía comprender su enfado. Parece ser que ella sola se había tenido que enfrentar a todas las sirenas. Tenía demasiadas lagunas en la cabeza. Estaba confundido.
Llevábamos horas nadando sin parar. Estaba exhausto, pero no me atrevía a decir nada. Nunca la había visto tan enfurecida.  No paramos hasta que nos acercamos a unas extrañas ruinas. Había columnas destrozadas por todas partes. Todo parecía tranquilo. No había peligros por ningún lado.  Por primera vez en horas, Kaysa me miró.
-Quédate aquí, es un lugar sagrado- me indicó y, haciendo un gesto brusco con la mano me paró.
No muy lejos de allí había una cueva. Se adentraba en el suelo. Según se adentró, una luz celeste se expandió por toda la llanura. Después de eso, oscuridad y silencio. Miré al pequeño ser, tampoco me había dicho nada. Intenté comunicarme con él, pero su mente estaba cerrada. Intuyendo que el encontrar las flechas iba a suponer bastante tiempo, cerré los ojos. Me dormí en aquel mismo instante. Soñé con aquellos ojos verdes, no podía sacármelos de la cabeza. Las imágenes iban acompañadas del dulce canto de las sirenas.
-Ven a mí- escuché una voz- sabes que me deseas, sabes que me anhelas- prosiguió la voz- ven a mí-.
Me desperté sobresaltado. ¿Acaso me habían hablado aquellos ojos?. Estaba acelerado.


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