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martes, 25 de octubre de 2011

Sanguijuelas

Kaysa empezó a mover las alas más rápido. Se formaron unas corrientes extras que fluían por debajo del torbellino. Con ello intentaba desestabilizar a su rival. Lanzó un par de embistes contra ella. Todos acabaron en fracaso. El tridente era más poderoso de lo que la náyade esperaba.  La sirena se movía con agilidad y conseguía parar todos sus ataques. Aquello la estaba empezando a frustrar. 
Hizo crecer un brazo largo por la derecha, cuando la sirena estaba centrada en repeler el ataque, una pierna de agua creció por la izquierda. Aquello la pilló por sorpresa. Dio una vuelta rápida, arqueó su cuerpo. Giró hacia la izquierda. Por pura suerte consiguió salvarse de los ataques de Kaysa. Visto el peligro, las demás sirenas empezaron a conjurar nubarrones de colores. Kaysa tenía que darse prisa en desarmar a su adversaria de aquel tridente. Probablemente no podría con todas a la vez. Agitó sus alas una vez más, esta vez con más fuerza. La furia se había apoderado de ella. Desde tiempos inmemoriales las sirenas eran las peores enemigas de las náyades del agua.  
Mientras agitaba sus alas, aparecieron peces en ellas. Eran pequeñitos, en realidad se parecían más bien a pequeñas sanguijuelas, que a peces. Eran oscuros como el carbón. Se movían con mucha agilidad. Se desplazaron hacia los bordes de las alas, que era dónde residía la energía. Kaysa dio unos aleteos más, y los animales se liberaron en la dirección dónde se encontraban las sirenas. En esta ocasión ni el tridente las podía ayudar. Los animales cargados de energía y electricidad se pegaron al cuerpo de la sirena, la cual se retorció por las descargas. 
Sin poder evitarlo uno de los pequeños animales fue volando hacia mí. Rebotó en mi frente y volvió hacia Kaysa. Justo en el momento que tocó sus alas se formó un triángulo de electricidad entre la náyade, la sirena de pelo corto y mi cuerpo. Todo se empezó a volver oscuro. Mi mente se quedó nublada por unos segundos. Sentía como si me hubiese despertado de un sueño. No tuve tiempo a más. Unas figuras comenzaron a formarse dentro del triángulo. De la nada aparecieron tres personas. Me estremecí entero. Sudores fríos poblaron mi cuerpo. Ansiedad. Miedo. Desesperación. La élite nos había descubierto.

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